domingo, 23 de noviembre de 2008

Cristo rey del universo.


Navegando por internet encuentro cosas interesantes ya que por razones de estudio no publicare nada en los proximos dias, dejare un mensaje de fé a razon de una fiesta que marca el fin del año liturgico dentro de la iglesia catolica. esto lo he tomado de:  http://www.rosario.org.mx/liturgia/a_liturgico/cristorey.htm

Esto es para tomar referencia y leerlo completamente de la pagina oficial.

Cristo Rey del Universo

La fiesta de Cristo Rey fue instituida en 1925 por el papa Pío XI, que la fijó en el domingo anterior a la solemnidad de todos los santos. La Iglesia, ciertamente, no había esperado dicha fecha para celebrar el soberano señorío de Cristo: Epifanía, Pascua, Ascensión, son también fiestas de Cristo Rey. Si Pío XI estableció esa fiesta, fue como él mismo dijo explícitamente en la encíclica Quas primas, con una finalidad de pedagogía espiritual. Ante los avances del ateísmo y de la secularización de la sociedad quería afirmar la soberana autoridad de Cristo sobre los hombres y las instituciones. Ciertos textos del oficio dejan entrever un último sueño de cristiandad.
En 1970 se quiso destacar más el carácter cósmico y escatológico del reinado de Cristo. La fiesta se convirtió en la de Cristo "Rey del Universo" y se fijó en el último domingo per annum. Con ella apunta ya el tiempo de adviento en la perspectiva de la venida gloriosa del Señor.

La transformación de la segunda parte de la colecta revela claramente el cambio introducido en el tema de la fiesta. La oración de 1925 pedía a Dios "que todos los pueblos disgregados por la herida del pecado, se sometan al suavísimo imperio" del reino de Cristo. El texto modificado pide a Dios "que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin".

Cristo, piedra angular.

El año litúrgico llega a su fin. Desde que lo comenzamos, hemos ido recorriendo el círculo que describe la celebración de los diversos misterios que componen el único misterio de Cristo: desde el anuncio de su venida (Adviento), hasta su muerte y resurrección (Ciclo Pascual), pasando por su nacimiento (Navidad), presentación al mundo (Epifanía) y la cadencia semanal del domingo. Con cada uno de ellos, hemos ido construyendo un arco, al que hoy ponemos la piedra angular. Este es el sentido profundo de la solemnidad de Cristo – Rey del Universo, es decir, de Cristo – Glorioso que es el centro de la creación, de la historia y del mundo. “Todos perciben en sus almas una alegría inmensa, al considerar la santa Humanidad de Nuestro Señor: un Rey con corazón de carne, como el nuestro; que es autor del universo y de cada una de las criaturas, y que no se impone dominando: mendiga un poco de amor, mostrándonos, en silencio, sus manos llagadas”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer)

Pío XI, al establecer esta fiesta, quiso centrar la atención de todos en la imagen de Cristo, Rey divino, tal como la representaba la primitiva Iglesia, sentado a la derecha del Padre en el ábside de las basílicas cristianas, aparece rodeado de gloria y majestad. La cruz nos indica que de ella arranca la grandeza imponente de Jesucristo, Rey de vivos y de muertos. (P. Morales, I. L.)

La Iglesia anuncia hoy alborozada que “el Cordero degollado”, al entregar su vida “en el altar de la Cruz”, reconquistó con su sangre preciosa toda la creación y se la entregó a su Padre, aunque sólo al final de los tiempos esa “entrega” será plena y definitiva. Al anunciar y celebrar hoy el triunfo de Cristo, nos llenamos de alegría y esperanza, sabiendo que Él nos llevará a su reino eterno, si ahora damos de comer al hambriento, y de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y enterrar a los muertos (Evangelio.)

Cristo reina ya mediante la Iglesia
“Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos” (Rm 14,9). La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos, y en la tierra. Él está “por encima de todo principado, Potestad, Virtud, Dominación” porque el Padre “bajo sus pies sometió todas las cosas”. (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos (cf Ef 4, 10; 1 Co 15, 24.27-28) y de la historia. En él, la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentran su recapitulación (Ef 1,10), su cumplimiento trascendente. (C.I.C 668)

Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (cf Ef 1, 22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia. La Redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud del Espíritu Santo, ejerce sobre la Iglesia (cf Ef 4, 11-13). C.I.C 669

Cristo es Señor de la vida eterna. El pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenece a Cristo como Redentor del mundo. “Adquirió” este derecho por la Cruz.

Profundicemos llenos de agradecimiento, como aquellos colosenses a quienes Pablo dirige su carta, en el misterio de amor que es para nosotros Cristo Rey redimiéndonos: “Demos gracias a Dios Padre, que nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo dignos de la herencia de los santos en la luz, introduciéndonos en el Reino del Hijo de su amor, en el cual tenemos redención por su sangre, perdón de los pecados”. (Col. 1. 12)
Él se ofreció en la cruz, como hostia inmaculada pacífica para que todos los hombres se sujetasen a su dominio. Y así poder entregar al Padre ese Reino eterno y universal formado con las almas que con Él y en Él se salvan siempre. Reino de verdad y de vida, Reino de Santidad y gracia, Reino de justicia, amor y paz.

“El Señor me ha empujado a repetir, desde hace mucho tiempo, un grito callado: serviré. Que El nos aumente esos afanes de entrega, de fidelidad, a su divina llamada –con naturalidad, sin aparato, sin ruido-, en medio de la calle. Démosle gracias desde el fondo del corazón. Dirijámosle una oración de súbditos, ¡de hijos!, y la lengua y el paladar se nos llenaran de leche y de miel, nos sabrá a panal tratar del reino de Dios, que es un Reino de libertad, de la libertad que El nos ganó”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer)